El bosque. . .

Los árboles como entidades propias, sin contar con la aprobación o el reproche humano, se habían alzado hacía ya mucho tiempo, para entretejer una primitiva pero salvaje sociedad dónde el gobernador era el astro rey, y dónde las hojas tejían un firmamento verde que tan sólo permitía la lluvia de frutas y coloridos pétalos.

Bienvenidos al bosque.

perdona por tardar tanto, pero esque es navidad xD

Ambos rodamos por el suelo. La nieve estaba mullidita, añadido al césped que había debajo nos propocionó una cama comfortable por la que rodar. Yo la empujaba para rodar más y más, a la par que le daba algun beso fugaz de tanto en cuanto. Cuando nos detuvimos, por fin pude hablar.
- ¡Menudo revolcón chica (sin pensar mal xD)! ¡Que susto! -dije, entre risitas. Con la mano que tenía detrás, concentré un poco de nieve en forma de bola, que lanzé luego a su cara, bromeando.

No podía evitar sonreír. Qué demonios, era feliz, ¿por qué no iba a reirme? Pero se puede decir que la sonrisa se congeló en mi boca literamente cuando una bola de nieve me marcó la cara.
- Serás...
Me giré un poco y, tomando un poco de nieve, pasé mi mano fria por su cuello. Después le besé ahí. Wao, realmente estaba frío, pero el hechizo térmico lo arregló rápidamente. Hundí mi barbilla en su pecho apoyándo mi cabeza. La giré un poco y me apoyé entonces en mi oreja. Oía el corazón de Eyki. Era un sonido enérgico y acelerado quizás por la "pelea" que acababamos de tener o quizás por el mismo motivo por el que mi corazón palpitaba también rápido.
- Suenas bien.

FdR: ¿Eing? xD Siento la tardanza, pero he vuelto ayer de vacaciones ^^

Sonreí sin separarme demasiado de él.
- Supongo que así podríamos repasar los cinco sentidos...
Le acaricié el pelo. El cabello negro como la pez de Eyki contrastaba de sobremanera con la blancura de la nieve.
- ¿Quién nos lo iba a decir?
Sonreí mientras me acomodaba mejor, abrazada siempre a él. No me apetecía separarme. ¿Para qué? Aquel era nuestro momento.

Me levanté seria, sin decir nada y me aparté de él dándole la espalda.
- Eyki, no nos engañemos. No te he traído aquí para que me digas lo mucho que te gusto ni para decirte yo lo guapo que eres, sino para... acabar con ésto de una vez. Llevamos muy poco tiempo pero no... no lo aguanto más.
Me reí por dentro. Seguro que picaba, seguro.
- Hay que acabar ya. Además, ¿qué dirían los demás?

Vivan los breaks temporales!!!

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¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Dos años? ¿Quizá menos, quizá más?
Cada mañana, tras despertarme y pensarme mucho si levantarme o no, me miro en el espejo cuando me cambio de ropa. Y la veo. Esa cicatriz que me recuerda lo que soy, por qué la tengo y quién me curó. Pero eso último no me es difícil recordarlo... cada noche tengo la suerte de dormir a su lado, entre susurros. Cada noche.
No había vuelto a pasar nada de gran importancia en la torre. Se quedó quien quiso quedarse o no pudo irse; y se fue quien decidió olvidar ese pasado o ayudar a la humanidad con la magia y esas cosas.
Estábamos decididos a irnos. Pero ¿adónde?

Pero en fin. Ya era primavera, y la nieve ya se había derretido. El verde abundaba por doquier, y las flores empezaban a colorear el paisaje. Esa mañana paseaba distraída, como siempre. Había madrugado bastante, tenía algo en mente y no sabía muy bien qué era. Algo me distrajo de mis pensamientos o de mi búsqueda, por llamarlo de alguna manera: un brillo rosa, un brillo del pasado.
Otra vez, en flor.
Me dirigí en esa dirección y llegué al tronco del cerezo. Lo acaricié, sonriendo. Aún se conservaba en la corteza aquella inscripción que torpemente decía "E&A". Y otra, más reciente, aunque no tanto, que ponía "Hana". No pude evitar sonreír para mí misma. Aquel sitio estaba tan lleno de recuerdos...

Eyki

Uno... dos... tres...

La capa se descolgó de la rama más alta del árbol. Eyki había agarrado un pétalo y, con un conjuro simple, empezó a brillar. Acercó un improvisado mechero, que había aprendido a construir con el tiempo, e intentó prender el pétalo. Nada pasó. Entonces miró hacia abajo, y su vista se topó con Angela, que se encontraba al pie del cerezo.
Bajó de un salto, con agilidad felina. Al caer, la hierba se apartó suavemente, como si hiciera una reverencia, y la velocidad de Eyki fue menguando a medida que se acercaba al suelo. Levitó durante unos instantes antes de tocarlo. Llevaba puesta la túnica blanca de aprendiz de primer grado. Le gustaba mucho recordar sus orígenes, aunque hacía mucho que había dejado ese papel. Ahora era un mago consagrado, dedicado a encontrar conjuros nuevos y mejores. Hacía un tiempo que se había encontrado con la fórmula para poder volver a casa... pero, sencillamente, ahora su casa estaba allí, junto a Ángela, y no tenía ganas de volver para nada, así que la dejó a un lado y, al poco tiempo, la olvidó. Se acercó a Ángela, con su mirada mágica, infinita, sus pasos lentos, haciendo crujir la hierba. Pasó la mano por el relieve de la inscripción "E&A", mientras miraba a la de "Hana".
- Hola, Ángela. - dijo, acercando sus labios a los de ella. - ¿Cómo estás? Ha pasado mucho tiempo...

No había solo recuerdos en aquel cerezo. Cuando Eyki se dejó caer (literalmente) a mi lado, sonreí con ternura.
- Tampoco tanto... Esta mañana te dejé dormidito en la cama - reí.
Aprovechando la proximidad, le besé sin pedir permiso. Una vez más, pero nunca me cansaba de esos labios. Después de tomarnos nuestro tiempo, me separé y suspirando le abracé.
- Estoy nostálgica. ¿Y tú?
El tacto de la túnica blanca de Eyki era único, y su olor, impregnado en cada fibra, me llenaba el alma cada vez que lo respiraba.
Sencillamente, era Eyki.

Eyki

Le sonreí a Angela, y la besé con ternura.
- ¿Que no se nota? - dije, levantando con la punta de los dedos la túnica blanca. - Nos hacemos mayores, hay que ver... Estás muy guapa hoy, Angie.

Me sonrojé ligeramente, y desvié la mirada. Alcé la mano, con el puño cerrado, y cuando estaba a media altura, sin dejar de levantarlo, fui abriendo el puño. De mi palma, brotaron cientos de pétalos de cerezo, que una ráfaga de viento se llevó, torre arriba.
- Con todos estos años, he perfeccionado mis técnicas de herboristeria. Quién me lo iba a decir, con lo malo que era cuidando plantas.
Me acerqué, y pasé una mano por los cabellos de Angie. Una flor de cerezo entera brotó de mi mano, y se depositó sobre su oreja.
- Así, aunque pareciera imposible, estás más guapa incluso, mi amor. - le dije, y la besé tiernamente.